El actual director de Fedesarrollo cuenta por qué dejará esa institución y cómo se hará cargo de un nuevo programa para la región en la prestigiosa Institución Brookings de Washington.
Cuando hace seis meses el mexicano Santiago Levy le contó a Cárdenas sobre la iniciativa este ex ministro de 46 años no le prestó mucha atención. Pero con el correr de los días, fue contactado por Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, y David de Ferrantis, ex vicepresidente del Banco Mundial, con el mismo propósito.
Así comenzó un largo proceso de selección que desembocó en el anuncio de comienzos de junio, cuando se supo que Cárdenas tendrá a su cargo la iniciativa, por un periodo de tiempo indefinido. No obstante, el economista bogotano tiene en mente una labor cercana a los tres años, para luego volver a Colombia. Como él mismo dice: "No me puedo desconectar del país".
¿Por qué abandonar Fedesarrollo en este momento?
Porque ya llevo cinco años y porque creo firmemente en que para Fedesarrollo es conveniente que sus directores roten. Lo que nos ha hecho fuertes institucionalmente es que por esta casa han pasado prácticamente la totalidad de los economistas más destacados de Colombia. Además, porque me llegó una oferta muy tentadora.
¿En qué consiste la oferta?
La Institución Brookings ha decidido crear un programa de estudios sobre América Latina, con el ánimo de mejorar la calidad de las políticas de los Estados Unidos hacia la región. Me trasladaré a Washington para liderar esa iniciativa, lo cual involucra trabajos de investigación y conferencias, pero sobre todo mucha interacción con el Gobierno y el Congreso de los Estados Unidos.
¿Tiene esa designación algún carácter político?
No. Es un cargo eminentemente técnico, aunque en el proceso de conversaciones con la cúpula de Brookings me quedó claro que querían una persona que tuviera experiencia académica y política.
¿Cambiaría su función dependiendo de quién triunfe en las próximas elecciones estadounidenses?
No. Esta es una agenda que Brookings va a desarrollar, independientemente de quien gane. Ahora bien, para nadie es un misterio que la institución tiene una relación especial con el Partido Demócrata y que varios de los asesores del candidato Barack Obama tienen vínculos muy estrechos con Brookings. Dicho lo anterior, estoy seguro de que más allá del nombre del ganador en noviembre, se van a replantear las relaciones con América Latina y que vamos a jugar un papel importante en ese proceso.
¿Por qué ese replanteamiento?
El foco de la política internacional de los Estados Unidos ha estado en Irak, Afganistán, Irán y el Medio Oriente, con un claro costo en términos de atención hacia América Latina. Nuestra región está muy dividida, las negociaciones comerciales no avanzan y la ayuda de Washington hacia Latinoamérica como un todo se está marchitando. Hay un contraste impresionante en la forma como los Estados Unidos se relaciona con sus vecinos, frente a lo que han hecho los países europeos frente a Europa Oriental y la antigua Unión Soviética. Mucha gente en los pasillos del poder en Washington es consciente de esta situación y desea un cambio.
¿Qué se puede hacer ante la existencia de dos claras líneas políticas en América Latina?
El debate ideológico es siempre sano y nadie, ni mucho menos los Estados Unidos, pueden tratar de restringirlo. Lo que resulta contraproducente es el resurgimiento del populismo en la región, y frente a esto unas mejores políticas de ayuda pueden resultar un buen antídoto.
¿No le parece irónico que esa desatención de Estados Unidos coincida con uno de los periodos de más alto crecimiento en América Latina?
Si. Esto podría llevar a pensar que mientras más solos nos dejan, mejor nos va. Pero no es cierto. América Latina solo podrá superar sus problemas de desigualdad y pobreza si tiene un comercio dinámico y creciente con los Estados Unidos y si recibe grandes inyecciones de capital. Tal y como lo estamos viviendo en Colombia, es muy difícil remplazar un TLC con Estados Unidos, con acuerdos con Canadá y algunos países europeos. Las cifras no son las mismas.
En este tema de las relaciones, el asunto de la inmigración es de los que más roces produce.
¿Cómo lo ve?
Hay una tendencia muy marcada en el electorado norteamericano en contra de la inmigración, particularmente la ilegal. La construcción del muro en la frontera con México y la eliminación de beneficios sociales para los ilegales, son prueba de ello. Pero hay que trabajar para crear unas políticas migratorias que permitan mejorar las condiciones para quienes ya están allá y asegurar que a futuro se reduzca la ilegalidad en los movimientos de personas.
¿A la luz de la difícil coyuntura económica en los Estados Unidos, no cree que es complejo encontrar una audiencia dispuesta a mirar el tema de América Latina?
La opinión pública en ese país quiere dejar el tema de Irak atrás. Por lo tanto deben surgir nuevos focos de interés. América Latina puede llenar ese espacio, aunque soy conciente de que en medio del debilitamiento de la economía de Estados Unidos se vislumbran épocas de proteccionismo, lo cual va a hacer difícil la relación con nuestra región.
A propósito, ¿cómo ve las relaciones con Colombia?
Tengo el firme propósito de contribuir a mejorar el entendimiento de la realidad colombiana en Washington. Es decir, haré todo lo posible porque el TLC se apruebe y porque la ayuda del Plan Colombia no se disminuya. Eso no es fácil, porque no se puede negar que la posición de los demócratas ha sido bastante crítica, sobre todo en temas comerciales.