Todo un espectáculo mediático se desató en Guatemala en torno a la detención del ex presidente Alfonso Portillo, quien aguarda en prisión la decisión de una posible extradición hacia Estados Unidos.
Y no es para menos, porque se trata de la primera vez en la historia nacional en que uno y otro hechos ocurren con alguien de tan alta investidura, en este caso durante el periodo de 2000 a 2004.
La historia tiene dos partes -hasta ahora-, una la iniciada en octubre de 2008 cuando tras cuatro años de andar evadiendo a la justicia, México lo envió de vuelta para responder por varios robos millonarios al erario público durante su mandato.
Pero entonces Portillo gozó de libertad tras haber pagado una fuerte fianza y la espera del proceso se hizo interminable, gracias a las argucias de sus defensores al presentar diversos recursos legales.
Así se mantuvo el hombre, firmando un libro una vez por mes para corroborar su presencia en territorio nacional, hasta el viernes pasado, cuando entonces comenzó el segundo capítulo.
Una instancia judicial de Estados Unidos presentó un reclamo de extradición con el argumento de blanqueo en bancos de ese país a parte de aquel dinero robado por Portillo, quien después tranquilamente lo trasladó a otros, fundamentalmente europeos.
Fue así que un juzgado local emitió la orden de arresto y comenzó la búsqueda, pues el ex gobernante desapareció, infructuosa en principio en los lugares donde se presumía buscaba refugio con casi total certeza.
Al parecer hubo una filtración, pese a la discreción ordenada a los elementos de seguridad involucrados, y el ya declarado prófugo nunca pudo ser hallado...hasta un día.
Ese fue ayer, jornada aciaga para Portillo, aprehendido en una casa de la localidad turística de Punta de Palma, en el nororiental departamento de Izabal y a unos 300 kilómetros de esta capital.
De acuerdo con las autoridades, la intención del huido era trasladarse en una embarcación, por aguas caribeñas, hacia la vecina Belice, lo cual el detenido ni afirmó ni negó.
Horas después estaba en Ciudad de Guatemala e inmediatamente compareció en una sala de la llamada Torre de Tribunales para escuchar los cargos, tanto en el ámbito local como el norteamericano.
Interrogado por la jueza actuante, Portillo dijo preferir ser enjuiciado aquí antes que en terreno foráneo.
Una vez concluido ese procedimiento formal el ex presidente se despachó ante la apabullante cantidad de representantes de la prensa, quienes incluso pudieron ingresar al recinto judicial y la televisión transmitió en vivo, sin interrupción alguna.
No necesitó pregunta alguna para reiterar su inocencia, responsabilizar al gobierno con su seguridad y acusar de conspiración a sectores -sin nombrarlos- opuestos a él.
El resultado inmediato de esta audiencia fue la encarcelación preventiva, en espera de que transcurran los 40 días establecidos para la presentación de pruebas por la acusación norteamericana a favor de la extradición.